domingo, 17 de junio de 2012

España en la restauración del tomismo, por Leopoldo Eulogio Palacios


¿Cuál ha sido la contribución de España a la restauración de la sabiduría tomista, que hoy alcanza en todas partes un florecer tan luminoso? «No ha sido España la última en este movimiento», decía en 1896 D. Juan Manuel Ortí y Lara en el prólogo que puso a la Filosofía cristiana, de Torre Isunza. Y refiriéndose a los principales precursores y propulsores españoles de este renacer en el pasado siglo citaba a Jaime Balmes, al cardenal González y al padre Urráburu.

Sin embargo, estas figuras tienen cada cual una fisonomía muy diferente en el ámbito de la filosofía española, si bien la repulsa o el silencio que les tributan los enemigos del catolicismo es buena muestra de la afinidad que les liga. En Balmes hay manifiesto influjo del cartesianismo y también huellas de la doctrina del sentido común. González, en cambio, siguió los pasos del tomismo puro, por una senda más dificultosa y menos hollada en sus días que en los nuestros. Sus Estudios sobre la filosofía de Santo Tomás, traducidos al alemán por Nolte, aparecieron en 1864, quince años antes de la encíclica Aeterni Patris. Urráburu, por su parte, suele seguir las huellas de Lossada y de Suárez.

Ya en nuestro siglo, en medio de otras figuras de españoles que no cito, hay una que no pudo ser todavía mencionada por D. Juan Manuel Ortí y Lara, y cuyo sol clarísimo ha ejercido un influjo excepcional sobre los pensadores católicos de otros países. Me refiero a Norberto del Prado. Profesor un día en la Universidad suiza de Friburgo, Del Prado fue un maestro que volcó una doctrina tomista pura y rigurosa en dos obras insignes: De gratia et libero arbitrio, monumento de ciencia teológica, publicado en tres gruesos volúmenes el año de 1907, y De veritate fundamentali philosophiae christianae, publicada en dilatado tomo el año 1911.

En ambas obras, Norberto del Prado tuvo como uno de sus grandes méritos la elevación y excelsitud con que supo traer al primer plano de la discusión doctrinal ciertos temas, que volvieron a retoñar pujantes con el calor de una vida nueva en el terreno de la especulación filosófica y teológica. Inspirados en distintos aspectos de la obra del célebre tomista español sobre la verdad fundamental de la filosofía, o al menos en estrecha vinculación con ella, surgieron en Europa durante los treinta últimos años multitud de libros, entre los que basta destacar por su importancia la obra de Garrigou-Lagrange sobre La filosofía del ser, el espléndido libro de Penido sobre El papel de la Analogía en la Teología dogmática y la gran obra en alemán, de Manser, sobre La esencia del tomismo.

Otra inteligencia de español se viene aplicando en nuestro tiempo con singular grandeza a continuar la restauración de la verdadera sabiduría entre los hombres: Santiago Ramírez, dominico también, como el cardenal González y Norberto del Prado, y profesor en Friburgo, como lo fue el último de aquellos dos maestros.
La filosofía llega con Ramírez a desarrollos y análisis extraordinariamente sistemáticos y precisos. Esto es, ciertamente, el sello general que lleva grabado la escolástica. Pero en Ramírez adquiere plenitud de perfección en su género, fruto de la amplitud de su mirada, y de la riqueza de los materiales que maneja, de las comparaciones que entre ellos establece, de la fuerza con que vincula entre sí las partes comparadas, de la seguridad y la abundancia de los textos con que las confirma.

El alcance de las enseñanzas de este autor es muy superior a la que ya puede advertir una mirada superficial. Esto se pudo ver cuando en 1922 Ramírez publicó en La Ciencia Tomista sus artículos sobre la analogía del ente. Los hombres dotados de preparación filosófica rastrearon en el escrito de Ramírez la clave sin la cual no podían abrirse las puertas de la metafísica. Por otra parte, su escrito De philosophia, in universum mostró hasta qué punto puede la metafísica tomista coronarse con un esfuerzo supremo de reflexión para abarcar todo el terreno del saber puramente humano y lograr desde allí, mediante una aplicación sistemática de los cuatro géneros de causas, una definición y una división de la filosofía que impresiona por lo completa y unitaria.

Tales méritos no podían pasar desapercibidos ante el nuevo Estado español. El Instituto de Teología «Francisco Suárez», del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha iniciado la publicación de los comentarios del padre Ramírez a la segunda parte de la Suma Teológica, de Santo Tomás, de los que acaba de aparecer el primer tomo del tratado De hominis beatitudine. En esta obra, Ramírez expone el texto de Santo Tomás directamente, según las exigencias del texto mismo. El autor se coloca en una posición nueva. No es la de los comentaristas clásicos, que sobresalieron en la especulación, pero que tocaban el texto de Santo Tomás, donde les llevaba la celebridad de las controversias; ni tampoco la de aquellos escritores modernos que al ocuparse de la segunda parte de la Suma sienten despego por la especulación y exposiciones de los antiguos, contentándose con la mera exposición superficial de las doctrinas o sus derivaciones prácticas. Ramírez evita ambos escollos, exponiendo el texto directamente y por él mismo, sin fiebre de controversia y sin mostrar despego ni hacia la especulación más alta ni hacia los documentos positivos de la historia.

Por otra parte el Instituto de Filosofía «Luis Vives» prepara la edición magna de la obra de Ramírez sobre la analogía, que sacará a luz lo escrito nuevamente por el autor sobre esta materia y dará testimonio ante los entendidos de un maestro con el que nuestra filosofía lleva andado el camino de superar sus mejores tiempos.


El Español. Semanario de la política y del espíritu.
Madrid, 24 de abril de 1943. 
año II, nº 26
página 16
www.filosofia.org

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