1. Nosotros somos católicos romanos integrales. Como lo indica la palabra el católico romano integral acepta íntegramente la doctrina, la disciplina, las directivas de la Santa Sede y todas sus legítimas consecuencias para el individuo y la sociedad. Por consiguiente, en pro del Papa, clericales, anti-modernistas, antiliberales, antisectarios. Por lo tanto e integralmente contra-revolucionarios, porque es el adversario no solamente de la revolución jacobina y del radicalismo sectario, sino igualmente del liberalismo religioso y social. Queda absolutamente comprendido que diciendo “católico romano integral” no se quiere absolutamente en ningún modo modificar el título auténtico y glorioso de “católico romano”. La palabra “integral” significa solamente “íntegramente católico romano”, es decir, plena y simplemente católico romano, sin las adiciones ni las restricciones correspondientes (también sin la intención de aquellos que la usan) sea de la expresión de “católico liberal”, “católico social” u otras similares, sea de aquellos que tienden a restringir en la teoría o en la práctica la aplicación de los derechos de la Iglesia y de los deberes del católico en la vida religiosa y social.
2. Luchamos por el principio y por el hecho de la Autoridad, de la tradición, del orden religioso y social, en el sentido católico de la palabra y en sus deducciones lógicas.
3. Consideramos como plagas del cuerpo humano de la Iglesia, el espíritu y el hecho del liberalismo y del democratismo considerado católico, como asimismo el modernismo intelectual y práctico, radical y moderado, con sus consecuencias.
4. En los casos prácticos de la disciplina católica, veneramos y seguimos a los Obispos puestos por el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios bajo la dirección y el control del Vicario de Cristo, con el cual queremos estar siempre, antes que todo y a pesar de todo.
5. La naturaleza de la Iglesia Católica nos enseña, y su historia nos confirma, que la Santa Sede es el centro vital del catolicismo; a eso se debe, desde un cierto punto de vista y sobretodo a causa de ciertas circunstancias, la posición momentánea de la Santa Sede que es también el resultado de la situación religiosa y social. De allí comprendemos plenamente que Roma pueda algunas veces callar y esperar, por causa de la situación en sí misma, como se presente en determinado momento. En estos casos evitaremos utilizar el pretexto de permanecer inactivos, frente a los daños y peligros de esta situación. En los momentos en los cuáles, en diferentes casos, hayamos entendido y controlado en modo seguro la realidad de las cosas, nosotros actuaremos en el mejor de los modos posibles para contrarrestar estos daños y estos peligros, siempre y dondequiera de acuerdo a la voluntad y los deseos del Papa.
6. En nuestra observación y en nuestra acción nos ponemos siempre desde el punto de vista “católico”, es decir, universal –sea en el tiempo, a través de los diferentes momentos históricos, -sea en el espacio, a través de todas las naciones. Sabemos que en la contingencia momentánea y local, existe siempre, al menos en el fondo, la lucha secular y cosmopolita entre dos fuerzas organizadas; por una parte, la única Iglesia de Dios, Católica y Romana, y por la otra, sus enemigos internos y externos. Los externos (las sectas judaico-masónicas y sus aliados directos) están en las manos del poder central de la Secta; los internos (modernistas, demo-liberales, etc.) sirven a los otros como instrumentos concientes e inconcientes de infiltración y descomposición entre los católicos.
7. Combatimos la secta interna y la externa, siempre y dondequiera, bajo todas las formas, con todos los medios honestos y oportunos. En las personas de los sectarios internos y externos y de sus cómplices combatimos asimismo la realización concreta de la Secta, de su vida, de su acción, de sus planes. Entendemos hacerlo sin rencor en la confrontación con los hermanos extraviados, como por otra parte, sin ninguna debilidad y sin ningún equívoco, como un buen soldado trata sobre el campo de batalla a todos aquellos que se enfrentan bajo la bandera enemiga, sus ayudantes y sus cómplices.
8. Estamos plenamente: contra toda tentativa de disminuir, de dejar en segundo plano, de disimular sistemáticamente las reivindicaciones papales sobre la Cuestión Romana, de excluir la influencia social del Papado, de hacer dominar al laicismo; por la reivindicación incansable de la cuestión romana según los derechos y las directivas de la Santa Sede; y por un esfuerzo continuo en vista de reportar, lo más posible, la vida social bajo la influencia legítima y benéfica del Papado y, en general, de la Iglesia Católica;
9. Contra el inter-confesionalismo, el neutralismo y el minimalismo religioso en la organización y la acción social, en la enseñanza, como así también en toda otra actividad del hombre individual y del hombre colectivo, la cual depende de la verdad moral, y por tanto de la verdadera religión, por consiguiente de la Iglesia; por el confesionalismo en todos los casos previstos en el parágrafo precedente; y con el supuesto de que, en casos excepcionales y transitorios, la Santa Sede tolera la uniones inter-confesionales, por una aplicación concienzuda controlada de esta tolerancia excepcional, y por su duración y extensión lo más limitada posible, según la intención de la misma Santa Sede;
10. Contra el sindicalismo abiertamente o implícitamente “a-religioso”, neutro, amoral, que lleva fatalmente a la lucha anticristiana de las clases según la ley brutal del más fuerte, contra el democratismo, también cuando se denomine cristiano, pero siempre más o menos envenenado de ideas y de hechos demagógicos; contra el liberalismo, también cuando se denomine económico social, que incita con su individualismo a la disgregación social; por la armonía cristiana de las clases entre sí, así como entre los individuos, las clases y la sociedad entera; por la organización corporativa de la sociedad cristiana, según los principios y las tradiciones de justicia y de caridad sociales, enseñadas y vividas por la Iglesia y por el mundo católico en el curso de los siglos y que por consecuencia son perfectamente adaptables a toda época y a toda sociedad verdaderamente civilizada;
11. Contra el nacionalismo pagano, que es copia del sindicalismo a-religioso, sea el que considera las naciones, sea el otro que considera las clases, es decir, la colectividad en la cual cada uno puede y debe buscar de un modo inmoral los propios intereses, completamente al margen y contra los intereses de los otros, según la bruta ley de la que hemos hablado; y al mismo tiempo contra el antimilitarismo y el pacifismo utopista aprovechado por la Secta para debilitar y adormecer a la sociedad bajo la pesadilla judío-masónica; por un patriotismo sano y moral, patriotismo cristiano del cual la historia de la Iglesia Católica siempre nos ha dado espléndidos ejemplos.
12. Contra el feminismo que exagera y desnaturaliza los derechos y deberes de la mujer, colocándolos fuera de la ley cristiana; contra la educación mixta; contra la iniciación sexual de la juventud; por el mejoramiento de las condiciones materiales y morales de la mujer, de la juventud, de la familia, según la doctrina y la tradición católica;
13. Contra la doctrina y contra el hecho profundamente anticristiano de la separación entre la Iglesia y el Estado, como también entre la Religión y la sociedad, la ciencia, la literatura, el arte; por la unión leal y cordial de la sociedad, de la ciencia, de la literatura, del arte como del Estado con la Religión y por consiguiente con la Iglesia;
14. Contra la enseñanza filosófica, dogmática y bíblica “modernizada”, la cual, también cuando no es completamente modernista, como fuere es reducida a una enseñanza arqueológica o anatómica, como si no se tratase de una doctrina inmortal y vivificante que todo el clero, sin excepción, debe aprender sobretodo para el ministerio sacerdotal; por la enseñanza eclesiástica inspirada y guiada por la gloriosa tradición de la Escolástica, de los Santos Doctores de la Iglesia, y de los mejores teólogos de la época de la Contrarreforma, con todos los auxilios del método y de la documentación científica;
15. Contra el falso misticismo y tendencia individualista e iluminista; por una vida espiritual intensa y profunda, según la enseñanza doctrinal y práctica de los santos autores y de los místicos alabados por la Iglesia;
16. En general contra la explotación del clero y de la Acción Católica por parte de los partidos políticos o sociales; y en particular contra la encantamiento “social” que se quiere inocular al clero y a la Acción Católica con el pretexto de “salir de la sacristía” para más raramente, o a escondidas, o como fuere, regresar con el espíritu absorbido por el resto; por el mantenimiento de la acción eclesiástica y respectivamente de la Acción Católica en conjunto sobre el terreno abiertamente religioso, ante todo, y sin encantamiento “social” o algo similar para las otras cosas;
17. Contra la manía y la debilidad de tantos católicos de querer sembrar “conciente y evolutivamente, al paso del tiempo”, e “ingenuamente” frente al enemigo brutal e hipócrita además de implacable, -siempre listos para esparcir su tolerancia, para avergonzarse y directamente para condenar los actos cumplidos con justo rigor por la Iglesia o a causa de ella, -siempre listos a un optimismo sistemático frente a las trampas del adversario y a reservar su desconfianza y dureza en las confrontaciones con los católicos romanos integrales; por una actitud justa y oportuna, pero siempre franca, enérgica e incansable en las confrontaciones del enemigo, de sus violencias y de sus engaños;
18. Contra todo eso que es opuesto a la doctrina, a la tradición, a la disciplina, al sentimiento del Catolicismo integralmente Romano; por todo eso que le es conforme.