martes, 13 de julio de 2010

Justicia de la guerra, por Juan de la Peña, O.P.


Transcribo a continuación un fragmento del comentario de Juan de la Peña, dominico de la Escuela de Salamanca y discípulo de Bartolomé de Carranza, sobre la Quaestio 40 De Bello de Santo Tomás de Aquino. Dicho autor tuvo en el s. XVI una considerable importancia, especialmente por su disputa contra Ginés de Sepúlveda a propósito de la conquista de las Indias, así como por su participación en el famoso proceso contra su maestro Bartolomé de Carranza y por ser uno de los protagonistas de la pugna entre agustinos y dominicos por las cátedras salmanticenses, que en su caso fue la oposición con el maestro agustino Juan de Guevara. He aquí un interesante fragmento de su obra De Bello contra insulanos sobre la guerra justa, donde sigue al Doctor Angélico frente a las exageraciones de paganos y herejes acerca de esta cuestión:

"Para la solución del problema tened presente el error que existió entre gentiles y paganos, de que el derecho estaba en las armas; de ahí su afirmación de que todas las guerras eran lícitas. En el extremo opuesto se situaba el error de los maniqueos, quienes afirmaban que todas las guerras eran ilícitas y malas, provenientes de un dios malo; de ahí su afirmación de que todas las guerras que se hicieron en el Antiguo Testamento provenían de un dios malo. Por eso condenaban el Antiguo Testamento y sostenían que uno es el Dios del Antiguo Testamento y otro el del Nuevo Testamento. Contra estos heréticos escribió Agustín, a quien cita Santo Tomás textualmente en este artículo. Las razones que ellos aducen las recoge Santo Tomás y Agustín les da en este mismo pasaje la adecuada respuesta.
Después en nuestros días vino el error de Ecolampadio, que condenaba todas las guerras en los tiempos del Nuevo Testamento, apoyado sobre todo en aquel pasaje: de las espadas forjarán arados, etc, y no se adiestrarán para la guerra.
También Lutero cayó en error condenando especialmente las guerras contra los turcos. Afirmaba que las guerras que se hacían contra los turcos eran ilícitas. Esta era su tesis: Pelear contra el turco es resistir a Dios que castiga nuestras iniquidades. El argumento viene a ser este: Todo el que resista al verdugo y al ejecutor de la justicia, peca. Pero el turco es ejecutor de la justicia divina contra nosotros. Luego pecamos haciéndole resistencia y peleando. Juan Fisher escribió contra este error y el Papa León X lo condenó en su Bula. La Iglesia condena estos errores. Consultad sobre el particular a Alfonso de Castro.

Dando de lado a estos errores, esta es la tesis católica: la guerra, si cumple las condiciones de guerra justa, es y fue siempre lícita, y decir lo contrario es una herejía.

(...) Prueba de razón: Es lícito por derecho natural, repeler la fuerza con la fuerza con la moderación que exige una defensa irreprensible. Luego la guerra defensiva es lícita. Nos queda por probar ahora que también es lícita la guerra ofensiva, que se emprende para vengar una injuria. Prueba: Todo príncipe tiene poder en su república para vengar a sus ciudadanos de las injurias y recobrar los propios bienes de los ciudadanos contra sus enemigos internos. Luego el mismo poder tiene también contra los enemigos externos.

Por lo que se refiere a la república el antecedente es manifiesto. Son también una prueba las palabras de Pablo: por algo lleva la espada, para vengarse de los malhechores. Prueba de la consecuencia: Al príncipe le ha sido confiada de forma absoluta la administración del bien público en su totalidad, y por consiguiente puede tomar venganza de quien sea; si así no fuera, la república sería muy imperfecta y se daría lugar a pillajes, latrocinios y homicidios.

Hay, no obstante, quienes niegan la consecuencia. La razón es esta: el propio juez tiene poder entre los ciudadanos; el juez está situado en una línea de supremacía y por lo mismo tiene poder para dictar sentencia sobre quien sea. Pero no es superior en relación con otro rey, sino que los dos son iguales. Además el igual no tiene dominio sobre su igual; no se da, pues, la misma razón ni puede por tanto dictar sentencia. En conclusión, toda guerra ha de ser mala, puesto que se hace con autoridad privada, por así decir, y es como si un ciudadano tomase venganza de otro ciudadano por su propia autoridad. Tal es el caso de un príncipe respecto de otro.

Con esta argumentación cayó Erasmo en engaño. Pero a esta respuesta decimos que por el hecho mismo de inferir alguien una injuria a otro dirigida a la república, en esto se hace inferior suyo por razón del delito y queda sometido a él. Una explicación más amplia, al estudiar las causas y condiciones de la guerra justa. Consecuencia: Es lícito a los cristianos pelear, si se cumplen los requisitos. En efecto, la gracia no destruye a la naturaleza sino la perfecciona; por consiguiente, si toda república tiene este derecho por derecho natural, el mismo derecho tiene también la república cristiana. Podemos, pues, luchar por la religión, por la vida, por el honor y por los bienes."