domingo, 21 de marzo de 2010

Santo Tomás como ejemplo de castidad

Cuando Santo Tomás decidió entrar en la Orden de Predicadores, su familia se opuso fuertemente, pues pretendían para él un destino más acorde con su noble cuna, como era llegar a ser Abad del prestigioso monasterio benedictino de Monte Casino, a donde le habían mandado de pequeño como estudiante. Así pues, sus hermanos fueron a raptarle sin contemplaciones para alejarle de los dominicos y obligarle a dejar su hábito, y le interceptaron por un camino cuando se dirigía con el Maestro Juan de San Julián a un convento de la Orden de Santo Domingo en Bolonia. Después le llevaron a la casa fortaleza familiar en Rocaseca, donde le someterían a una dura prueba:

"La vida de fray Tomás en dicha fortaleza no fue propiamente una cárcel ni una reclusión. Podía circular libremente por toda ella, aunque su madre había tomado las medidas oportunas de vigilancia. Trataba de reducirlo por las buenas. Halagos, el honor y el porvenir de su familia: su talento y su virtud le hacían acreedor a los más encumbrados puestos en la Orden benedictina o en el siglo; todo, menos simple fraile mendicante. (...)
La vida de fray Tomás se concentró en la oración y en el estudio. Sabía todo el Salterio de memoria desde su paso por Monte Casino. En el año y medio largo que pasó en Rocaseca aprendió de memoria lo restante de la Biblia y las Sentencias de Lombardo.

Pero le faltaba por soportar la prueba más dura. Al cabo de un año largo vuelven sus hermanos del campamento y ponen en obra todos los medios para reducirlo a abandonar el hábito dominicano. Se lo hacen jirones, para que se avergüence de su desnudez y se vea obligado a vestir el benedictino o el traje de seglar; le quitan sus libros y su Breviario, para que no pueda rezar ni estudiar y acabe por aburrirse; y como golpe decisivo se concierta con una joven hermosa y elegantemente ataviada, pero de costumbres ligeras, a la que introducen en la habitación de fray Tomás con el encargo de tentarlo y seducirlo a toda costa. Mas todo en vano. Porque él se cubre con sus harapos, y tiene en su cabeza el contenido de sus libros: y en el momento en que ve entrar a la mujerzuela en su aposento, corre a la chimenea, que estaba ardiendo; arrebata un tizón y con él pone en fuga precipitada a la tentadora. Luego se dirige al ángulo más apartado de su habitación y dibuja en la pared una cruz con el tizón, ante la cual se postra en oración, suplicando al Señor que le libre para siempre de los ardores de la carne. Fue inmediatamente escuchado, y durante el sueño se le aparecieron dos ángeles, que le ciñeron un cíngulo como prenda de perfecta y vitalicia castidad. Desde entonces no volvió a sentir jamás el menor movimiento sensual. La victoria había sido completa."


Santiago Ramírez en Síntesis biográfica de Santo Tomás ("Introducción general" a la Suma Teológica)

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