"Estuvo también [Santo Tomás de Aquino] en el Capítulo general de Bolonia (1267), asistiendo a la traslación del cuerpo de Santo Domingo a la capilla en la que desde entonces reposa. Fue entonces, probablemente, cuando dio un memorable ejemplo de humildad. Tenía costumbre de pasear solo por el claustro del convento, absorto en profundas meditaciones. Un religioso de otro convento, que no le conocía personalmente, tuvo necesidad de salir a la ciudad para arreglar ciertos asuntos. Según las Constituciones, debía hacerlo acompañado de otro religioso señalado por el Prior. Este le concedió el permiso, diciéndole que saliese acompañado del primer religioso que encontrase por el claustro. Apenas salido de la celda prioral, topó con el fraile deambulante y le dijo: Hermano, el padre Prior ha dicho que vengáis conmigo. Inclinó la cabeza y le siguió. Pero aquel religioso tenía prisa e iba por las calles a pasos acelerados. Tomás, grueso y corpulento, no le podía seguir, y era objeto de sus frecuentes reconvenciones, que el Santo soportaba en silencio y humildemente. Hasta que llegaron a pasar junto a algunas personas que le conocían personalmente, las cuales, sospechando lo ocurrido, dijeron al azaroso fraile que su compañero era nada menos que el Maestro fray Tomás de Aquino. Entonces él se excusó como pudo, lamentando su equivocación, mientras que aquellas personas mostraban su admiración por tan hermoso ejemplo de humildad. Tomás se contentó con decir: En la obediencia está la perfección de la vida religiosa."
Santiago Ramírez en Síntesis biográfica de Santo Tomás, ("Introducción general" a la Suma Teológica)
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