domingo, 25 de marzo de 2012

El buen combate de Mons. Lefebvre

Recordamos hoy día 25 de marzo la muerte de Monseñor Lefevbre, hace 21 años, con dos citas suyas con plena vigencia. Mons. Lefebvre, requiescat in pace.


"Tratamos con personas que no tienen ninguna noción de la verdad, ni la menor idea de lo que puede ser una verdad inmutable. Es gracioso comprobar que esos mismos liberales relativistas que fueron los verdaderos autores del Vaticano II, ahora llegan a dogmatizar ese Concilio que sin embargo habían declarado pastoral, y quieren imponernos las novedades conciliares como doctrinas definitivas e intocables. Y se enfadan cuando les digo: “Ah, ¡vosotros decís que el Papa ya no escribiría hoy Quas Primas! ¡Vaya! yo os digo: tampoco se escribiría ya hoy vuestro Concilio; ya está superado. Vosotros os aferráis a él porque es vuestra obra; pero yo me atengo a la Tradición porque es obra del Espíritu Santo.” "


"Queda claro que lo que se nos pide sin cesar: entera sumisión al Papa, entera sumisión al Concilio, aceptación de toda la reforma litúrgica, va en un sentido contrario a la tradición, en la medida en que el Papa, el Concilio y las reformas nos alejan de la tradición, como los hechos lo prueban más y más a través de los años. Pedirnos eso, es pedirnos colaborar con la desaparición de la fe. ¡Imposible! Los mártires han muerto por defender la fe. ¡Tenemos los ejemplos de cristianos prisioneros, torturados, enviados a campos de concentración por su fe! Un grano de incienso ofrecido a la divinidad, y ya está, habrían salvado sus vidas. Me han aconsejado a veces: “¡Firmad, firmad que aceptáis todo y luego continuad como antes!” ¡No! ¡No se juega con la fe!"


Mons. Marcel Lefebvre, Le Destronaron. Del liberalismo a la apostasía. La tragedia conciliar, (Obras completas. Tomo 1) Voz en el Desierto, México D.F., 2002.

lunes, 19 de marzo de 2012

Jovellanos y el tradicionalismo político contra el liberalismo de las Cortes de Cádiz

Leíamos recientemente el interesante artículo de Firmus et Rusticus, blog correligionario y de gran interés, donde se hace alusión a la expresión popular quizá algo ingenua, pero con su dosis de ironía y buen sentido, de "vivan las cadenas", con la que el pueblo español recibía a Fernando VII de su exilio después de la Guerra de Independencia. El significado, que refleja de forma magnífica el humor español, estaba claro: si era "Libertad" lo que traían los brutales invasores franceses, mejor quedarse con las antiguas cadenas. Esta misma idea recogía tiempo después el pensador tradicionalista Aparisi y Guijarro cuando afirmaba que "el despotismo de ayer aún era más libre que la libertad de hoy".

Este grito de la entraña del pueblo es un punto de partida muy interesante para considerar el lugar que ocupó Jovellanos en los acontecimientos de su tiempo, y con ello, dar cierta idea de la toma de conciencia del tradicionalismo político español que iba a materializarse más claramente con la disputa dinástica y el surgimiento del carlismo. Miguel Ayuso ha dicho al respecto, que "la tradición española, durmiente durante el siglo XVIII, halló en tal disputa la ocasión propicia para, ante la agresión de la revolución liberal, desperezarse y movilizar a todo un pueblo, con sus monarcas, sus pastores y sus sabios" (1). En ese mismo artículo se resalta una idea que aquí encaja a la perfección, y es que el tradicionalismo, a medida que fue perdiendo pujanza vital, fue afinando su doctrina hasta unas cotas admirables de perfección, particularmente hacia la segunda mitad del s. XX, con pensadores como Elías de Tejada, Canals Vidal, Rafael Gambra o Álvaro D'Ors.

Aquí nos encontramos en un momento de vivencia social impregnada de la tradición hispánica católica, pero en plena decadencia doctrinal después de ese "durmiente" s. XVIII. Por eso, pese a la ironía, no deja de tener algo de ingenuo esa frase simbólica de "vivan la cadenas", pues el pueblo se encontraba ante la impiedad revolucionaria de un lado y la una Monarquía con sus derivas absolutistas accidentales de otro, pese a lo cual era todavía muy preferible, y por ello fue aclamada popularmente. Aunque aún no han llegado los monarcas usurpadores liberales, la monarquía hispánica adolece ya de contaminación de las ideas absolutistas e ilustradas. Juan Mª Roma afirma de manera tajante: "Los que gobernaban durante los reyes absolutistas eran, como hemos visto, los liberales, masones y volterianos. De manera que el absolutismo español era monárquico, pero era a la vez liberal, masón, afrancesado y volteriano". Este proceso de contaminación se había manifestado en abusos y políticas concretas en detrimento de los fueros tradicionales, particularmente a partir de la supresión de los fueros aragoneses realizada el 29 de junio de 1707 por Felipe V. Como afirma José Antonio Ullate, "la destrucción de los fueros de Aragón supone el auténtico comienzo de la España moderna" (2).

Así pues, se entiende que desde la monarquía tradicional española era necesario corregir las desviaciones que por perniciosa influencia del absolutismo y despotismo europeo se habían introducido en ella como elementos extraños. En este sentido, no es raro que el verdadero tradicionalista se presentase como cierto tipo de reformador, y esta posición es la que propiamente corresponde a Jovellanos, falsamente llamado liberal por ello. Puede decirse además, que no eran verdaderos enemigos del absolutismo los liberales, sino sus auténticos descendientes, pues ambos tenían a la base de su pensamiento la idea de "soberanía", condenada por Jovellanos, y que siendo un principio fundamental del liberalismo, tiene su origen en Juan Bodino, principal teórico del absolutismo. La soberanía es según Bodino "el poder absoluto y perpetuo de una república", y esto mismo es lo que el liberalismo reclama cuando ensalza la soberanía nacional; es en definitiva el poder político y temporal como fundamento de todo derecho y toda verdad, independientemente de la ley natural y las verdades de la fe, a las que no se reconoce calidad de tales sino en cuanto lo decida el Estado. Nada cambia que esa pura voluntad tiránica la ejerza uno sólo, el monarca absoluto, o muchos, como sería en la soberanía popular liberal, pues ninguna decisión arbitraria hace algo justo y verdadero, la realice uno o muchos. Por eso ha afirmado el pensador tomista, político y dominico Fr. José Domingo Gafo: "tan ridícula y absurda es la consabida fórmula del liberalismo clásico: "la ley es la expresión de la voluntad nacional", como decir que es "la expresión de la voluntad de un soberano"; la ley es la expresión de la razón y de la justicia y nada más" (3).

Con motivo de su participación en las Cortes de Cádiz, y enfrentado a las ideas liberales que allí se expresaban, la figura de Jovellanos es presentada de esta manera por el tradicionalista Manuel de Bofarull y Romañá en su obra Las Antiguas Cortes: El Moderno Parlamento: El Régimen Representativo orgánico (1912): "Entre los raros hombres que en la Junta Central de Sevilla y en la Asamblea de Cádiz pensaron serena y desapasionadamente y vieron clara la realidad y el proceso histórico de nuestra España, sobresalen un astur y dos catalanes. Jovellanos, en su Memoria en defensa de aquélla, se muestra enemigo acérrimo de la "manía democrática", de la "herejía política", como él llamó al dogma de la soberanía nacional y de todas esas Constituciones quiméricas, abstractas y a priori que rápidamente s hacen y efímeramente viven".

No es de extrañar entonces que Jovellanos haya sido considerado como uno de los principales antecedentes del tradicionalismo carlista, y como tradicionalista lo califica Juan María Roma en su folleto sobre Las Cortes de Cádiz (1910), igualmente enfrentado al absolutismo y al liberalismo: "El que propone romper a este régimen opresor no es un liberal. El que quiere entrar en un régimen democrático y lo propone a la Central y lo realiza, es Jovellanos, un tradicionalista asturiano ilustre, uno de los hombres más notables de España, enemigo acérrimo del liberalismo, del afrancesamiento, del volterianismo y de la masonería". Igual lo consideraba el diario tradicionalista El Norte, que el 24 de septiembre de 1911, ante el centenario que se aproximaba, afirmaba: "Por todos estos motivos no es de extrañar que Jovellanos, como otros muchos, hayan sido calificados de liberales, por más que, a nuestro entender, sólo les puede convenir tal calificativo de un modo impropio o incompleto, toda vez que estos hombres extraordinarios, siempre y en todo tiempo se mostraron sumisos al principio de autoridad, no sólo religiosa, sino civil y hasta científica". No obstante, uno de los grandes divulgadores de la obra de Jovellanos, fue el gran político y orador carlista Cándido Nocedal, que escribió una biografía sobre él, fruto de un profundo estudio de su vida y obra.

Está claro que
Jovellanos ha sido siempre reclamado por el tradicionalismo con justicia, y casi exclusivamente se le ha creído liberal por una falsa concepción simplista de la historia, en la que se reduce todo a enfrentar a los reformadores liberales y a los reaccionarios absolutistas, cuando los hechos históricos no pueden de ninguna manera reducirse a tal consideración, y aún los mismos principios doctrinales tampoco, como hemos mencionado a propósito de la relación entre absolutismo y liberalismo en base a su común concepto de soberanía.

Juan Vázquez de Mella lo reconoció también como tradicionalista, y evocando las Cortes de Cádiz dice: "...cuando en los proyectos de las Cortes de 1812 representaba nuestros principios Jovellanos en los apéndices a la Memoria de la Junta Central..." (4). Sobre la consideración de Vázquez de Mella en relación a Jovellanos, dijo Manuel de Vereterra: "Vázquez de Mella fue uno de los pensadores que más temprana y profundamente entendió a Jovellanos; el tantas veces citado don Gaspar Melchor de Jovellanos, citado casi siempre por quienes no lo han leído. Pues bien: Mella señalaba agudamente cómo Jovellanos sufre alguna desviación en materia económica, y sólo en este sentido cabe referirse a él como algo liberal. En materia política, sin embargo, Jovellanos es ortodoxo, es tradicionalista. Tal vez el primer tradicionalista político moderno con conciencia de serlo. Jovellanos habla de constitución en el sentido de constitución histórica, no escrita ni improvisada, sino formada por el conjunto de leyes, fueros, costumbres e instituciones que la Monarquía española y sus pueblos, sus distintos reinos, principados y señoríos, se han ido dando a sí mismos en el transcurso de los siglos y de las generaciones." (5)

En definitiva, Jovellanos fue un verdadero precursor del tradicionalismo carlista, pese a sus ligeras desviaciones, pues vivió un momento histórico en el que la encarnación de los principios tradicionales, que era la Monarquía hispánica, vivía un período de decadencia en su doctrina esencial, cada vez más olvidada. Su esfuerzo, como el de tantos otros, como el P. Alvarado, o Capmany o el Barón de Eroles, presentes también en las Cortes de Cádiz, fue el de sacar a la luz de manera reflexiva los verdaderos principios de la Monarquía tradicional, para así darle una nueva vitalidad sin caer en el liberalismo, que acechaba para darle su última estocada y destruirla completamente.



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(1) Ayuso, M.: El carlismo, entre la vivencia y la teorización, en A los 175 años del Carlismo. Una revisión de la tradición política hispánica, VVAA, Itinerarios, Madrid, 2011, p. 21.

(2) Ullate Fabo, J. A.: Españoles que no pudieron serlo. La verdadera historia de la independencia de América, Libros Libres, Madrid, 2009, p. 75.

(3) Domingo Gafo, J.: Las Cortes y la Constitución de Cádiz, Ciencia Tomista, Tomo V, p. 232.

(4) Obras completas, tomo XI, pág. 81, citado en el Estudio Preliminar de Rafael Gambra a El Verbo de la Tradición. Textos escogidos de Juan Vázquez de Mella, p. 36.

(5) Manuel de Vereterra Fernández de Córdoba, "Asturianismo, ¿Tradición o Estatuto?", Club Prensa Asturiana, 24 de febrero de 2006.

miércoles, 7 de marzo de 2012

La santidad de Tomás de Aquino


Un año más, celebramos la festividad de Santo Tomás de Aquino en este blog, hoy día 7 de marzo de 2012. Si hace poco traíamos una cita sobre su personalidad científica en la que siempre se armonizan fe y razón sin menoscabo de ninguna de las dos, hoy interesa mostrar al santo, al hombre que tras escribir miles de páginas de sabiduría altísima, afirmaba que era todo paja comparado con la caridad y el amor de Dios, la oración y lo inconmensurable del Santísimo Sacramento del Altar.

No era Santo Tomás un "intelectual", sino un hombre completo, fundamentalmente un santo, por eso afirmaba que rezar, que es hablar con Dios, es mejor que hablar de Dios, porque mientras que por nuestro conocimiento, en cierto modo rebajamos a Dios para encajarlo en nuestro entendimiento limitado, por la caridad nos elevamos a Él: "En esta vida es mejor conocer que amar las cosas inferiores a nosotros, pero es mejor amar las cosas que son superiores. Respecto de Dios es mejor amarlo que conocerlo, porque el conocimiento hace que las cosas vengan a nosotros y se adapten a nuestra manera de ser; pero el amor, que es la caridad, nos hace salir de nosotros y nos lanza hacia el objeto amado. El que ama se asemeja a la cosa amada; el que conoce adapta la cosa conocida a su propio modo de ser. De suerte que, cuando se trata de cosas inferiores, las elevamos cuando las conocemos, porque les damos nuestro propio modo de ser; pero cuando las amamos nos envilecemos. En cambio, cuando conocemos las cosas superiores, las empequeñecemos cuando se adaptan a nuestra inteligencia; pero, cuando las amamos, nos elevamos hacia ellas. Por eso, en esta vida, es mejor amar a Dios que conocerlo, y por ello es más lo que amamos a Dios por la caridad que lo que lo conocemos por la fe." (ST, I, q. 82, a. 3.)

Por este motivo, aunque no es la idea común que se tiene de él, toda su vida y su obra culminan en la mística, el tipo más elevado de sabiduría, habiendo sido sin embargo altísima su sabiduría racional filosófica y teológica. No está de más repasar en esta festividad esa experiencia del santo al final de su vida, de la mano de Santiago Ramírez (Introducción general a la Suma Teológica. Síntesis biográfica de Santo Tomás):

"...continuó la composición de la Suma Teológica, escribiendo la tercera parte, que trata de la Encarnación, de la Redención y de los Sacramentos. Por Cuaresma de 1273 escribía sobre los misterios de la vida, pasión y muerte del Salvador. Estaba absorto en la contemplación de tan altos misterios. Precisamente el 26 de marzo, domínica de Pasión, se ocupaba en escribir sobre las penas y dolores de Jesucristo en el proceso de su sagrada Pasión; y durante la celebración de su misa, a la que asistían muchos señores y caballeros, sufrió un éxtasis acompañado de tantas lágrimas, que parecía se reproducían en él las penas del mismo Cristo; y tan prolongado, que hubieron de sacudirlo fuertemente para que volviese en sí y continuase el santo sacrificio. Terminado éste y vuelto a la sacristía, se le acercaron algunos de los seglares y religiosos que habían asistido, deseosos de saber lo que le había pasado. Él los recibió amablemente, pero no les dijo nada de lo que había visto y experimentado.

En los meses siguientes trabajaba sin descanso, escribiendo y dictando sobre los sacramentos. Al tratar de la Eucaristía, solía bajar a la iglesia cuando no había nadie en ella, es decir, por la noche antes de maitines. Allí, en la capilla de San Nicolás, se postraba en oración y pasaba largas horas de rodillas ante el crucifijo. Lo mismo había hecho cuando escribía sobre la muerte y resurrección de Cristo. El sacristán, fray Domingo de Caserta, lo sorprendió una vez elevado dos codos sobre el suelo, y oyó la voz del crucifijo, que le decía: "Tomás, está muy bien lo que has escrito de mí; ¿qué galardón quieres por tu trabajo?" Y él respondió: "Señor, no quiero más que a ti solo" (Tocco, Vita... c.34: Fontes, p. 108)

A primeros de noviembre comienza con el sacramento de la Penitencia. Dicta y escribe varias cuestiones. El 5 de diciembre ha dictado la cuestión 90, que versa sobre las partes de la Penitencia en general. Al día siguiente, fiesta de San Nicolás, celebra en su capilla con especial devoción. Ha tenido un arrobamiento muy prolongado y ha derramado muchas lágrimas. Está como fuera de sí. Oye otra misa, como de costumbre, pero no ayuda a ella. Quieto, de rodillas, no hace más que llorar.

Por fin vuelve a su celda. Poco después, fray Reginaldo y los demás amanuenses se presentan ante él, como todos los días, para continuar el trabajo. Fray Tomás les agradece sus servicios, pero les dice que por entonces no les puede dictar nada. Se van. Horas más tarde vuelve fray Reginaldo por si necesita de su ayuda. Sorpresa. La mesa de trabajo de fray Tomás está completamente transformada. No hay en ella códices, ni papel, ni plumas, ni tintero. Todo lo ha archivado en un armario. Él no pasea ni lee sentado. Está de rodillas, y sus ojos son dos fuentes de lágrimas."

Tras estos acontecimientos, informado el Prior, aconsejó a Santo Tomás que descansara, pues se temía que estuviera agotado y al borde de la enfermedad. Debía además tener energías para ir próximamente al Concilio de Lyon, para el que Gregorio X le había convocado personalmente. Continúa Santiago Ramírez:

"...volvió a insistirle fray Reginaldo una y otra vez que hiciese un pequeño esfuerzo para acabar la Suma, pues le faltaba muy poco, y la leve mejoría que había experimentado le bastaba para ello. Pero Tomás le respondía invariablemente: "No puedo". "¿Y por qué no puede?", le replicaba aquél. Hasta que una vez, cansado de no obtener respuesta a esta su réplica, le suplicó con lágrimas en los ojos: "Dígame por amor de ios por qué no puede". Al verse conjurado en nombre de Dios, le contestó: "Después de lo que Dios se dignó revelarme el día de San Nicolás, me parece paja todo cuanto he escrito en mi vida, y por eso no puedo escribir ya más. Pero, en el nombre del mismo Dios que has invocado, te ruego y mando que no digas a nadie mientras yo viva lo que acabo de manifestarte" (Bartolomé de Capua, Proceso napolitano de canonización n. 79: Fontes, p. 377)"

Así se acercaba el momento de su muerte, y en viaje para el Concilio de Lyon, pidió que lo llevaran al monasterio de Fosanova, presintiendo que se acercaba el fin de su vida, estando en el año 1274 del Señor. Nada más llegar fue a visitar el Santísimo Sacramento, y al salir recitó un framento del salmo 131: Haec requies mea in saeculum saeculi; hic habitabo, quoniam elegi eam (Éste es mi reposo para siempre; aquí habitaré porque la he elegido). Así cuenta Santiago Ramírez los últimos momentos en la vida de Santo Tomás de Aquino:

"A primeros de marzo empeoró notablemente. Hizo confesión general a su confesor habitual, fray Reginaldo, y pidió que le administrasen el Santo Viático.

...No obstante su extrema debilidad, el enfermo, haciendo un supremo esfuerzo, se levantó de su lecho y postrado en tierra estuvo largo rato en adoración del Santísimo Sacramento, mientras recitaba el Confiteor Deo. Luego se puso de rodillas e hizo una magnífica y conmovedora profesión de fe, sometiendo todo cuanto había enseñado y escrito a la corrección de la Santa Madre Iglesia Romana.
Al día siguiente pidió la Extremaunción, que recibió con máxima devoción, respondiendo a todas y cada una de sus fórmulas y oraciones. Era el atardecer del martes día 6. Y al amanecer del día 7, miércoles, sin agonía y con plena lucidez, juntas las manos en actitud orante, exhaló el último suspiro, entregando dulcemente su alma en manos de su Dios y Creador. Tenía cuarenta y nueve años cumplidos y acababa de comenzar el quincuagésimo.

Su cadaver exhalaba un intenso y agradable perfume. Al trasladarlo a la iglesia abacial para darle sepultura junto al altar mayor, lo llevaron hasta la puerta del monasterio, con objeto de que pudiera verlo su sobrina Francisca, que lloraba desconsolada.

...En meses y años sucesivos (septiembre de 1274, 1281, 1288) hicieron los monjes varias traslaciones de su cuerpo por temor de que lo robasen, y siempre lo encontraron incorrupto y exhalando un olor suavísimo, a pesar de haberlo tenido enterrado en lugar sumamente húmedo...

...Grande y universal fue el sentimiento por su muerte. San Alberto Magno, que por divina revelación la conoció en el mismo instante de acaecer, prorrumpió en lágrimas y sollozos, diciendo: "Ha muerto mi hijo fray Tomas, flor del mundo y luz de la Iglesia".

...Dolor incoercible, que expresa vivamente esta anotación final de un códice de Oxford del siglo XIII, de la Suma Teológica: Hic moritur Thomas. O mors, quam sis maledicta. Aquí muere Tomás. ¡Oh muerte, maldita seas!"

Como todos los grandes santos, Santo Tomás no sólo vivió ejemplarmente, sino que murió también santamente, y todo cuanto rodea este acontecimiento, más allá de su gigantesca inteligencia, nos habla de su santidad y su gran virtud y amor de Dios. Este genio y luz de la Iglesia que murió, como él mismo anunció a fray Reginaldo, como un "simple fraile".


sábado, 3 de marzo de 2012

Fe y mentalidad científica en santo Tomás de Aquino


"No se debe afirmar nada que repugne a la fe. Pero tampoco se debe presentar, sin más ni más, todo lo que se considera verdadero y exacto como verdad de fe, si no es un dogma. Porque la verdad de nuestra fe se convierte en irrisión de los incrédulos si un católico desprovisto de los necesarios conocimientos científicos presenta como un dogma algo que en realidad no lo es y que acaso a la luz de un riguroso examen científico se manifieste como error" (Pot. 4, 1.)